Rogelio Guerra Vásquez




El monstruo que entró por la puerta
El monstruo no se escondía debajo de mi cama; entraba por la puerta principal. Rogelio, un hombre que se suponía que era un esposo y padre cariñoso, no lo era en absoluto. Para el mundo, podría haber parecido una persona común y corriente, pero tras las puertas cerradas era un tirano que se alimentaba del miedo, el control y la violencia.
Nunca lo llamé “papá”. Para mí, era simplemente Rogelio. Desde mis primeros recuerdos, todo tenía que hacerse a su manera. Si no, mi madre “se metía en problemas”. Su control no se limitaba a la dominación, sino a la sumisión total. Era abusivo física, verbal y mentalmente. Las amenazas que lanzaba y las palabras de odio que pronunciaba me dolían tanto como las palizas físicas. Durante 20 años, desde que tenía 18 años hasta que la asesinaron a los 38, las palabras y las acciones de Rogelio destrozaron a mi madre.
La trataba como si fuera menos que humana. Para Rogelio, las necesidades de mi mamá, su dolor e incluso su vida eran insignificantes. Ni siquiera le importó lo suficiente como para ir al hospital para el nacimiento de alguno de sus hijos, ni por mí, ni por ninguno de nosotros. Cuando mi mamá nos trajo a este mundo, lo hizo sola, sin el apoyo de su esposo.
He aquí un ejemplo de lo indiferente que era ante su sufrimiento: después de dar a luz a uno de sus hijos, comenzó a sufrir una hemorragia mientras estaba sola en casa, cuidando a su bebé recién nacido. Rogelio estaba afuera, lavando su auto, completamente ajeno a su condición que ponía en peligro su vida. Los familiares que entraron a la casa la encontraron pálida como una sábana, dejando un rastro de toallas ensangrentadas mientras trataba de limpiar su propia sangre. Rogelio no movió un dedo para ayudar. Se quedó de pie mientras la llevaban rápidamente al hospital, donde necesitaba una transfusión de sangre para sobrevivir. No los siguió, no la controló; se quedó en casa, indiferente.
Esa indiferencia lo definía. La aislaba de su familia y la confinaba en los límites del patio. No le permitía conducir y no tenía vida social. Sus salidas estaban controladas, limitadas a ir con él al supermercado o a pagar facturas. Ella odiaba eso. A menudo se quejaba de sentirse “atrapada en casa todo el tiempo”, prisionera de su propio hogar.
Quizás te preguntes: ¿Por qué se quedó? Pero yo siempre me pregunto: ¿Por qué tuvo que tratarla así? Ella se quedó porque tenía miedo. Las amenazas de Rogelio no eran vanas, y la violencia que él ejercía le hizo creer que esas amenazas se harían realidad si intentaba irse.
La dinámica social de los años 70, 80 y 90 era muy diferente a la de hoy. En aquel entonces, no se hablaba mucho de la violencia doméstica. No había hashtags ni campañas en las redes sociales y había pocos recursos para las víctimas. Era una época en la que la mentalidad era a menudo: “Tú te hiciste la cama, ahora túmbate en ella”. Las mujeres como mi madre sufrían en silencio, con pocas esperanzas de ayuda o de escapar.
Rogelio controlaba todo: su dinero, su libertad, su vida entera. No tenía auto, ni independencia, ni forma de irse con tres niños pequeños que dependían de ella. Y más allá del control físico, Rogelio la destruyó emocionalmente, convenciéndola de que el abuso era culpa suya.
Cuando ella tuvo el valor de irse, Rogelio siempre nos encontró. Le rogaba, la amenazaba y la manipulaba para que regresara. Sin redes sociales, redes de seguridad ni refugios con camas disponibles, mi madre luchó sola en un mundo que no protegía a las mujeres como ella.
Lo que más me rompe el corazón es leer su diario y ver cómo se sentía ella misma. Me llevó años leerlo porque cada página era un recordatorio de su dolor. ÉL LA ROMPIÓ

Su página es solo un atisbo del dolor que soportó. No solo revela su tristeza, sino también la traición constante que enfrentó. Rogelio la engañó una y otra vez. Incluso escribió sobre Mona. ( ¿Quién diablos era Mona? ) Él le quitó la confianza y el sentido de sí misma mientras era infiel y cruel.
Hablemos de las noches de los viernes: eran las más difíciles. La ansiedad en la casa era insoportable. Rogelio no llegaba directamente del trabajo, cobraba su cheque, iba al bar o a la casa de un amigo y bebía hasta que estaba listo para volver a casa. Para entonces, ya estaba borracho y buscaba pelea. No importaba si era algo trivial de la semana o si no había ninguna razón en absoluto: siempre encontraba la manera de descargar su ira contra mi mamá.
Recuerdo que muchas veces me despertaba con el sonido de sus gritos y llantos. Yo entraba y lo veía pegándole, y a veces mi presencia era suficiente para que dejara de hacerlo, pero no de inmediato. Me convertí en su manta de seguridad; la única pequeña protección que tenía contra él.
La familia de Rogelio no ignoraba los abusos. Al principio, cuando mi madre trabajaba en Ramada (su único empleo), la madre, las hermanas y el hermano de Rogelio también trabajaban allí. Cuando Rogelio empezaba a tener rabietas, mi madre acudía a su madre en busca de ayuda y se calmaba un rato, pero eso nunca duraba. Ese trabajo duró muy poco, como cualquier pequeño alivio que ella pudiera encontrar. Su familia sabía lo que estaba pasando en nuestra casa, como sabían lo que hacía Rogelio antes de venir a los Estados Unidos, pero trataban a mi madre como a una forastera.
Aprendí que no era porque mi madre no fuera mexicana, sino que era así como eran. La esposa de Rubén, el hermano de Rogelio, era tratada de la misma manera. Los susurros y chismes en la cocina, los comentarios pasivo-agresivos mientras mi madre estaba sentada allí... todos lo sabían y no les importaba. La diferencia era que Rubén no toleraba la forma en que su familia trataba a Rose. ¿Pero a Rogelio? A él no le importaba.
Como cualquier madre haría, ella se esforzó mucho por ocultarlo todo, pero yo vi demasiado. Vi el miedo en sus ojos, vi los moretones que intentaba ocultar. Vi cuánto se esforzaba por hacer que todo fuera perfecto, sabiendo que nunca sería suficiente para él. Mi madre estaba atrapada en un ciclo de miedo y control, tratando constantemente de escapar, pero nunca lograba liberarse del todo.
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Y este es el monstruo que su familia ha estado escondiendo todos estos años. Están lo suficientemente orgullosos de él como para incluirlo como "hermano sobreviviente" en un obituario reciente de su hermana, y reconocen conscientemente su existencia. ¿Cómo saben que está sobreviviendo? El obituario enumera con precisión a dos hermanos que han fallecido desde el asesinato de mi madre, colocándolos en la categoría correcta de "muertes precedidas". Sin embargo, de alguna manera clasifican a Rogelio como sobreviviente en una crónica meticulosa de su familia. ¿Afirman no saber nada, mientras que al mismo tiempo lo siguen en el linaje familiar? Es una contradicción flagrante que dice mucho.
Al incluirlo en la lista pública, revelaron lo que siempre supe y continúan protegiéndolo. Mientras que a mi madre le robaron la vida y ocultaron su historia en silencio, ellos protegen al hombre que le arrebató todo.
Rogelio no solo era abusivo, era un cobarde. Se dedicaba a derribar a los demás para sentirse poderoso. Y después de 27 años prófugo, sigue huyendo, escondiéndose como un cobarde de la justicia que mi madre merece.
El monstruo que entró por la puerta no pudo destruir su luz. Rogelio pudo haber intentado quebrarla, física, emocional y espiritualmente, pero no pudo extinguir el amor, la fuerza y la resiliencia que definían a mi madre. Su luz era su esencia, el amor que nos dio, la alegría que creó incluso en los momentos más oscuros y la fuerza que mostró todos los días. Esa luz todavía brilla a través de mí y de todos los que la amamos. Él no pudo quitarla. Él es Ya no es mi monstruo. Ya no es mi sombra y ya no me persigue. Porque la luz siempre supera a la oscuridad, y el amor que siento por mi mamá brilla con tanta fuerza que SIEMPRE será mayor que su crueldad. Siempre elegiré ser la voz de mi mamá. Y siempre lucharé por ella (como lo hice cuando estaba viva) hasta que se haga justicia por ella, por su memoria y por su legado.
Vamos a tener una conversación
Para cualquiera que lea esto: es posible que no conozca toda la verdad sobre la dinámica en nuestro hogar o el tipo de persona que realmente era Rogelio. Tal vez haya escuchado una versión diferente de los hechos, o tal vez no haya estado al tanto del dolor y el abuso que sufrió mi madre. Si tiene preguntas, si le han dicho algo diferente o si tiene incluso la más mínima información sobre el paradero de Rogelio, lo aliento a que se comunique. Ese es el propósito de este sitio web: recopilar la verdad y descubrir los detalles que podrían acercarnos a la justicia. No importa cuán pequeña o insignificante pueda parecer la información, podría ser la pieza que falta que necesitamos. Tengamos una conversación. Puede permanecer anónimo si eso lo hace sentir más cómodo. Lo que importa es la verdad, y su voz podría ayudar a honrar la memoria de mi madre y lograr justicia después de todos estos años. No dude en compartir.
